31/7/13

Carta sin destinatario.

La muerte toco sus manos, acaricio sus dedos, rozo su piel; le dijo al odio ven, ella fue. La muerte era la única razón para vivir, ¿Por qué, qué sentido tiene todo esto? ¿Qué sentido tenía para ella vivir? Si lo hubiera sabido antes la hubiese detenido; si tan solo comprendiera de la misma forma realista negativa y absurda la vida como lo hacia ella sabría que está feliz; que esta mejor. Sabría que jamás debí haberla amado y odiado como lo hice conociendo que ella era así.

Ahora estoy aquí como un loco obstinado y destinado de nuevo a perderme en el alcohol del alma, el alcohol y el vicio de las palabras, tratando de extrañarla poco y olvidarla mucho, escribiéndole una carta que jamás podrá leer.

6/7/13

Algún día escribiré una historia de amor.

Algún día inventare la historia de amor más bella que jamás ha sido contada, será perfecta, será para siempre, será tan falsa que ni los unicornios podrán comprenderla aceptarla o por lo menos tomarla en serio. Porque el amor es eso, es tan incomprensible, tan difícil, tan temporal como mi vida o como la vida de todos.

5/7/13

En la noche.

Ella caminaba sola en medio de la noche sin sentido alguno por la universidad. No quería llegar a casa, una casa abandonada sola y fría, no quería llegar a su cama a ver fantasmas del pasado.

Eran casi las nueve de la noche y Lucy sin ningún rumbo caminaba en medio de  arboles gigantes que cubrían el cielo, faroles que no emitían alguna luz, pues no era necesario; no había ni un alma allí, mesas y sillas donde nadie se pretendía por la inmensidad de la noche, pasto, plantas, salones y hasta una capilla donde alguna vez entro a orar por él.

Vestía de blanco paradójicamente pues jamás lo hacía; su alma en medio de la tristeza de haberlo perdido en ese trágico accidente solo se sentía negra, oscura, pesada pero en su exterior se veía de otra forma; alegre, en paz, feliz; aunque era una felicidad hipócrita pues el vacío de no tenerlo la hacía vagar como un alma en pena.

Uno de los celadores le pregunto si quería algo, ella se limito a responder que no, que se iría; decidió retirarse de aquel lugar, aunque por un momento pensó en entrar a la capilla; necesitaba un refugio y quizás solo Dios se lo podría dar pero al fin se retracto. Empezó a caminar hacia la parte trasera de la universidad. Ella era una estudiante de comunicación social de quinto semestre, blanca casi igual que la nieve, con el cabello tan rojo y encendido que parecía candela y esos ojos como el mar, tan azules profundos misteriosos y fascinantes en los que su amado muerto se perdía por horas.


Lucy llego a uno de los edificios, subió las escaleras hacia el último piso, se paro en una baranda y se lanzo al vacio. No lo pensó estoy casi segura y al chocar su cuerpo con el suelo la vida se le escapo de las manos.

La vida.

La vida es tan efímera que a veces pasa sin darnos cuenta, la vida no aburre, aburre la monotonía, aburre el vació de saber que morirán y que moriremos todos porque al fin todo quedara resumido en un cuerpo, en un cadáver melancólico, nostálgico y frió, un cadáver que solo expresa tristeza, un cadáver que se perderá con la crueldad del tiempo y del olvido, porque nadie es recordado para siempre, precisamente por eso, porque quienes te van a recordar en alguna momento también van a morir.