15/10/13

Ella

La misma historia de amor y mierda la he escuchado muchas veces o quizás no tantas, pero esa es la mía; la misma de él. No soy yo quien sufre o guarda anhelo, no soy yo. Sufren ellos por culpa de su estúpido capricho. Ya no lo amo y es que ni siquiera lo recuerdo, son reflejos borrosos como los de aquella noche en que embriagada olvide por completo lo que hacía y es que no tengo la culpa ni ella, ni él. Simplemente somos dos historias diferentes cruzadas por su estúpido y arrogante capricho de tenerme en su cama o de resignarse a olvidarla o también porque paradójica, extraña y estúpidamente me identifico con la mujer con la cual me rompieron el corazón.

Fue aquella noche lo recuerdo muy bien, porque siempre tiendo a recordar lo malo en que él sin ninguna anestesia quebró las ilusiones que había creado sola para mí. Ahora cuando ya nada duele y no existe la mínima posibilidad de que lo haga reconozco toda mi culpa, reconozco que no la recordaba a ella porque esa ella- a quien hoy le debo tanto- la que sin saber de mi existencia escarbo, reabrió y curó mis heridas.


Esa ella a quien hoy le escribo jamás sabrá de mi tanto como yo llegue a saber de ella, en un momento la odie, insulte y desprecie con fuerzas inimaginables. Después de haber comprendido la importante insignificancia que tenía en mi vida me dispuse a amarla; no ese amor del bueno, ni del verdadero o mucho menos del pasional. Es ese amor del que se le tienen a los que están lejos invisibles, inconscientes, sordos y mudos. Un amor que no es amor, que no es nada. Un amor que no se debería llamar así porque es más bien un silencioso agradecimiento a su existencia por intervenir  en la mía, sin embargo llamémosle amor.